en este rincón de primavera
que es nuestra habitación.
Y se quedan quietas,
como suspendidas en el aire,
en silencio.
Se clavan en los huesos
y no duelen nada.
Y se hacen recuerdo
dibujando autopistas
en tu espalda,
para que nunca se me olviden
los caminos de vuelta.
Te he mirado
desde tantos ángulosque he perdido el vértigo.
Y me he caído
tanto
en tus manos,
que ya no me queda miedo
a las alturas.
Si las historias que terminan bien
necesitaran un tiro de salida,
sería de tu cintura
al mundo.
Se calan las horas,
en este rincón de primavera.
Y si nos vieran desde afuera
sabrían que en plena tormenta
también se puede ser feliz.
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El suspiro rojo de los atardeceres.
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