Y no llevas tacones,
y casi no hablas nada,
pero aún así el mundo ha enmudecido tanto
(para escucharte)
que sigues sonando
a eco y a partitura.
Y escribes silencios con cada paso,
que se oyen más llenos de vida
que la ciudad entera.
Si los músicos pudieran
te escribirían a ti.
Y así,
me pierden tus
acordes de Nirvanay tus notas a media noche.
Tus canciones a baja voz en el coche,
tus subtítulos de madrugada.
Eres
las notasde una canción
que no acaba.
Y siempre llevas razón
aunque te calles,
aunque no digas nada.
Tratándose de música,
no te llevaría la contraria.
Pero en eso de quererte,
amor,
a mis acordes nunca les ganas.
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El suspiro rojo de los atardeceres.
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