Alejarse
o quedarse
era indiferente.
Te habías colado en el lado izquierdo de mi tiempo
y escuchaba tu silencio
a carcajadas.
No supe cómo,
pero quise saltar al vacío
para verte volar
desplegando las mismas alas
que me habían arrancado.
Llegaste siendo bomba de relojería
y me quedé a ver la explosión,
sabiendo que la herida
valdría la pena.
Pero no hubo daño,
ni dolor,
ni ausencia.
Estabas allí,
mirándome de reojo,
desnudándome con la ropa puesta
(y todo el cuerpo tiritando de ruido).
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Metáforas reversibles.
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