martes, 7 de junio de 2016

SILENCIO


No me he dado cuenta
y me he quedado en un rincón dentro de ti.
Será que desde aquí
las vistas son mejores
(será que no quiero otras vistas
que no sean estas).
Toda la guerra de tus noches
es la salvación de mis días,
y así me van consumiendo las estrellas
y protegiéndome los soles.
 
Tocarte es como aprender a tocar el silencio.
Convertirse en violinista
de la nada
y que nada
haya sonado jamás tan bonito.
Qué voy a decirte,
que ya no sepas.
Que todas las letras
comienzan por tu nombre.
Que tu piel es un suspiro
indefinido
en el tiempo.
Que cuento universos en tus pecas,
y siempre pierdo la cuenta.
Que eres minúscula
y te escribes subrayada.
Como las cosas importantes
que nadie quiere olvidar.
 
Quisiera aprenderte de memoria
y siempre me pierdo.
Eres el laberinto del que nunca se quiere salir,
porque dentro encuentras vida.
Y todo lo demás son intentos
de revivir,
lo que ya habías alcanzado antes.
 
Eres medio fugaz,
medio pasajera.
Y siempre guardas la mitad de ti
para anclarte en algún puerto de la memoria.
Luego dicen que los barcos nunca llegan,
pero es que todos se han quedado varados en tu playa.
 
El mundo se cuenta en tu cintura,
se multiplica en tus caderas.
Se sale de órbita en tu pecho,
y se hace real en tu sonrisa.
     
Y que no sé
qué color vestirán mañana tus ojos,
ni qué risas alumbrarán el cielo
(convirtiendo las nubes en partitura).
Solamente me preocupa ser yo
a quien le cantas al oído.
Y acumular tantas ganas de tocarte,
que el mundo sea puro silencio
entre tanto ruido.

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El suspiro rojo de los atardeceres.
 
 
Fotografía de Maria M. H.
 

 

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