De qué servirán sus bosques
si los hemos vuelto estériles
y grises.
Qué quedará de los pueblos,
de las gentes
que (no) viven,
de las ciudades
que hoy son nidos de ratas.
Qué será del cielo
si no queda ni un resquicio de su azul;
qué será de la luz
que sólo brilla entre polvo.
De qué servirán los mares,
si chapotea por encima la codicia.
Si se han convertido en la ruina
de una ambición desmesurada.
Qué será de las historias
si ya nadie sabrá cómo terminarlas,
porque todas las hadas
se han cansado de tanto cuento.
Qué le vamos a
dejar al mundo hoy,
si hay locos
que se matanpor una fe tan ciega como asesina.
Si ni la música tapa
el aullido de la pena
que se cuela
y deja herida.
De qué servirán las canciones
cuando no quede nadie para cantarlas.
Qué pasará con los que se van,
que será de los que se quedan.
Qué mentira nos contarán
los próximos que nos aten las cadenas.
De qué servirán los intentos
si todos acaban en fracaso.
Qué será del mundo
cuando no quede nadie para andarlo.
Qué pasará
cuando nos sepamos de memoria el ombligo,
pero no tengamos ni puta idea
de lo que mata afuera.
Cuando sólo seamos testigos
de la impotencia más severa.
Esta es
la historia más triste
de cuantas se hayan contado.
La de dos que se quieren
y los matan
por escaparse del armario.
Que, por cierto, cada vez es más negro.
Qué le vamos a
dejar al mundo hoy.
Decidme.Si por una vez lo triste
le gana la guerra a lo bueno.
Y lo más sensato es hacer la maletas
y salir huyendo.
Qué le vamos a dejar al mundo,
cuando la última gaviota
intente echar el vuelo,
y se quede atrapada
en un charco de petróleo
y de sueños.
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Lo que se pierde en bolsillos agujereados.
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