martes, 10 de mayo de 2016

EL LUGAR DONDE EL SOL SE ESCONDE

De mis días te diré
que la melancolía está sobrevalorada,
que no existe,
que es un fantasma sin sábana.
 
Te marchaste un día de octubre,
cuando los otoños aún tenían flores.
Supe que te irías entonces,
y fui yo quien te abrió la puerta de casa.
Tenías en los ojos eneros acumulados,
pasados y futuros,
y en todos hacía frío
y nunca nevaba.

Luego mis ojeras se encaramaron a tus ojos,
intentando decidir
                si aún me mirabas.
No eran cansancio tus parpadeos,
sólo una forma sutil de negarme la palabra.

Has tenido música en mis manos,
y ahora los instrumentos chirrían.
Cualquier lugar se hace casa
si algún violinista toca desconsolado.

Me refugio
en el ombligo de tus fracasos.
Me instalo en tus suspiros
y escucho aquel portazo
como si nunca acabara.
 
Luego vuelvo a casa,
medio a tientas,
casi a gatas.
Los ruidos de afuera ya no son partitura,
las canciones suenan a vacío.

He abierto cien veces la ventana,
desde que te has ido.
Por si no te acordaras del piso
y decidieras volver.
Siempre estoy aquí,
esperando,
en el lugar donde el sol se esconde,
cuando está harto del verano.

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Melancolías de telescopio.


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