jueves, 28 de abril de 2016

LAS CARTAS QUE NUNCA MANDO

Hablan del calor de un abrazo en un día de lluvia
y del brillo de unos ojos que ven por primera vez el mar.
Hablan de las lunas llenas que sobreviven a la noche y la iluminan,
de las flores que crecen rebeldes retando a la ciudad.
Hablan del sabor de un suspiro que se queda en los labios,
de la impaciencia por ver un tren llegar.
Hablan de los besos de despedida que saben a recuerdo,
y de los renegados que se atrevieron a dar un paso más.
Las cartas que nunca mando hablan de la torpeza del primer te quiero,
y de los ojos que ven nevar
por primera vez.
Hablan de los parpadeos de dos que se miran
intentando disimular.
Hablan de todas las canciones
que suenan en el momento justo, en el preciso lugar.
Hablan del abrazo de una madre que atraviesa cada célula,
y se instala en algún rincón de la memoria.
De los ojos azules cristalinos de un abuelo que se va.
Hablan de los días de fiesta, y las noches que brillan,
y de todas las veces que se escapó una sonrisa sin preguntar.
De fotografías que congelan el tiempo en un segundo,
y que siempre te devuelven a casa.
De los quilómetros de noche sin destino fijo,
de las historias en el coche
bajo un manto de locura,
y de todos los cuentos que quedan por contar.
De las manos que recogen los caídos,
fuertes y valientes, como una tempestad.
De un cigarro medio consumido
que escribe poesía en braile.
Hablan de los sueños no cumplidos
y la certeza de que alguna vez se cumplirán.

Las cartas que no mando hablan de todas las cosas que no se pueden escribir.
Que al final son siempre las más importantes.

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Las gaviotas eran las ladronas.
          De mi felicidad y otras obsesiones.


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